De despedidas y promesas
Habré de renunciar a tus abrazos
tal y como he rechazado las angustias,
recibiré las montañas con alabanzas,
lanzaré a los desiertos proverbios,
me alzaré por encima del mar
así como alguna vez me elevé para ti.
Habré de abandonar este palpitar incontenible
para fundirme en los ojos de lo eterno
te dejaré, amorosa ilusión,
pues eres cisterna rota
y muero de una sed que jamás saciarás.
Tu torso no se envolverá a mi vida,
ni yo te expulsaré con un beso los demonios que te enrollan,
al fin he aceptado que no puedo salvarte
mientras yo misma me hundo
en un océano de miedos,
en una corriente de ansiedades,
mas te confieso que aun no termino de entender
aquello de que incluso si pudiera salir a flote
no me correspondería dotarte de vida
llenarte de almas
encender el fuego
y soplar la llama.
y soplar la llama.
Aquello de que no está en mis labios el ensalmo a tus desdichas
ni la puntada a tus heridas.
Habré de partir de ti
y aunque todavía me encuentres a tu vera
y me exalte ante tus palabras
ya me habré ido, dulce cariño,
para que labres otros senderos
que te conduzcan a ti
mientras yo emprendo mi propia hazaña
para llegar a mi misma,
mientras me desprendo de tantas vergüenzas,
mientras me revisto de linaje real.
Entre tanto te miraré con el alma,
esperaré que conozcas esta luz osada
que ahora me lleva a arrancarte,
que me lame las esquirlas de tu indiferencia,
que es más fuerte que tu brillo,
que me promete no cesará tu búsqueda.
Habré de llevar el luto de tantos pensamientos marchitos
conservando la esperanza de un amor prometido
que tú no me darás,
que yo no te daré,
que solo se nos puede dar
como un regalo del cielo
para que un día nos miremos de nuevo.
Entonces tú estarás tan lleno
tan saciado
y verás mi copa tan rebosante
que no hará falta un pacto de salvación para querernos:
tú habrás encontrado un tesoro
y yo en ti me sentiré bienvenida
entraré en tu casa sin temor alguno
y tú sabrás que somos uno
que no habrá nunca más hilos sueltos
que seremos la trenza sellada en oro.