Ecos
Quizá era el ruido de las semillas contra el viento,
o tal vez, surgió del murmullo oceánico que oía a lo lejos,
solo sé que llegó un buen día para morir conmigo,
los llevo fundidos: soy una caracola con el mar adentro.
Érase una vez, una vez en la que me cantaba el cielo,
allá era una, era dos, era tres, era eco,
mi cuerpo jamás fundido en aguas,
mi garganta sintiendo las olas meciéndose en su
lecho.
De mí, no sé más que sonidos,
sé que todos son una cueva que canta ecos,
música del fondo marino donde jamás estuve,
pero canto, canto cuanto ritmo imite la voz del pecho
–porque allá, porque allí, porque acá,
era uno, era dos, era tres, era eco-
Quizá yo lo decidí, voluntad de voluntades,
aquí me abandone junto con el agua al viento,
allá en los paisajes desconocidos de las imágenes,
para convertirme en eco, eco, eco, de mis ecos